miércoles, 25 de enero de 2012

Alternativa Teatral




Luciano Cáceres ha conseguido trazar con unos recursos contenidos, sin triple salto mortal, un templo donde los dioses son nuestros instintos más carnales, donde el dolor del abismo está en el odio a la bendita belleza y su eterna juventud, en la obsesión de carácter litúrgico, metadónico, la apuesta por el artifio natural como única forma de existir, de retrasar el fin, el dolor como alivio una vez más.

Todos los aplausos se los lleva, merecidamente, Leonor Manso. Ahora, Guillermo Berthold, radiante.

Hasta el 5 de febrero en el Teatro Fernando Fernán Gómez (Madrid)

1 comentario:

manu dijo...

macarrilla!