viernes, 19 de junio de 2009

Moderna película río

Al menos durante un tiempo, la familia resulta tan inevitable como la muerte. La vida en estirpe, con todas sus (im)perfecciones, está asentada como uno de los ejes de la sociedad contemporánea y -no podía ser de otra forma- como uno de los grandes temas de la historia del cine. Ya sea para mostrarla como fuente de sensibilidades o como causa de sarpullidos. De hecho, la cartelera reciente se ha llenado de ejemplos, la mayoría excelentes, ya sea acotados en el breve tiempo de un fin de semana, como Still walking, o de unas vacaciones, como Cuento de Navidad, ya sea como ambicioso retrato de la totalidad, caso de la notable El primer día del resto de tu vida, segunda película de Rémi Bezançon: una especie de modernización de la clásica película río, en tono de melodrama, donde los cinco miembros de una familia tan corriente como la suya o la mía pasan del sufrimiento al amparo, de la soledad a la ternura, del jolgorio a la desazón, a la misma velocidad a la que pasa la vida.

EL PRIMER DÍA DEL RESTO DE TU VIDA
Dirección: Rémi Bezançon.


La historia de Bezançon se centra en esos determinados días que, vistos en retrospectiva, acaban resultando decisivos para el devenir de una familia (cinco, en concreto), con la particularidad de que éstos se reparten a lo largo de casi 15 años. El director francés, que debutó con El amor está en el aire (2005), inédita en España, rodea su narración de una serie de elementos formales relacionados con la sofisticación visual de eficacia más que probada, caso de las grabaciones caseras en película de súper 8, o de una impactante banda sonora de exquisito gusto, en la que se incluyen temas de David Bowie, Janis Joplin, Lou Reed y Ettiene Daho.

Más allá de su lujosa imagen, El primer día del resto de tu vida acaba destacando sobre todo por esos pequeños detalles que dan cuenta del absurdo y, al tiempo, de la grandeza de la vida; una poesía de la cotidianidad que puede esconderse en las acciones aparentemente más banales, como el desinflado de un cojín de plástico o el teléfono perdido de un proyecto de amante.


Javier Ocaña

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